Anécdota de una mujer motociclista
ANÉCDOTA DE UNA MUJER MOTOCICLISTA
MI BOTÓN ROJO
Si tuviera que ponerle precio a los parches o pines que traigo en mi chaleco, sin duda hay uno que para mi es invaluable, un botón rojo grande. Hace unos años pasaba por “una crisis existencial”, muchos problemas a los que no les veía solución, tratando de tranquilizar mi mente agarré carretera sin destino, pensaba en muchas cosas mientras la moto devoraba kilómetros con el sol a pleno, un calor insoportable y sofocante pero aún así con mi chamarra de cuero y el casco cerrado, sin querer parar hasta que tuviera que cargar gasolina nuevamente.
Iba a velocidad constante en autopista, pasé un coche rojo que iba a buena velocidad y yo iba a la par de él por algunos metros… Detrás del vidrio del coche, iba un hermoso niño saludándome con una sonrisa de oreja a oreja, de esas sonrisas que hacen que te olvides de todos los problemas del mundo, lo único que hice fue decir adiós con mi mano y adelantar mi camino.
Durante algunos kilómetros no podía quitarme de la cabeza la sonrisa del niño, no entendía porque me llamó tanto la atención. Paré en la siguiente gasolinera a cargar gas, llené el tanque, compré un agua y me senté en la banqueta de la tienda mientras descansaba un rato para seguir mi camino, tenía al lado mi casco, cuando lo tomé para ponérmelo algo llamó mucho mi atención, era mi amiguito del coche rojo quien venía alegremente a abrazarme; lo abrace desconcertada, no soy persona dada a las muestras de cariño, inmediatamente detrás llegó su mamá, quien apenada me decía que lo disculpara, que nos venían siguiendo porque su hijo Abel quería tomarse una foto conmigo; lo abracé y su madre sacó la cámara, nos tomó una foto agradeciéndome que haya aceptado, me dijo – No es fácil, la mayoría de la gente lo ve raro pero él es así de efusivo– le dije que no se preocupara, entendía que los niños como él son muy cariñosos, me quité uno de los pines que traía adherido al chaleco y se lo obsequie sin pensarlo.
El niño con una sonrisa le dijo a su mamá que se lo pusiera y empieza a jalar un botón rojo que traía su playera, sin poder arrancarlo le decía a su mamá –Quítamelo yo quiero regalarle uno mío- pidiendo permiso a su mamá con la mirada; saqué mi navaja y le corté los hilos, él lo tomó en sus manos y me dijo –Es para ti, yo te doy mi botón para que lo traigas en tu chamarra- no hablaba muy bien, pero le entendí perfectamente; desde entonces porto con orgullo mi Gran Botón Rojo el cual me recuerda que los niños nos ven, nos admiran y quizás algún día querrán ser como nosotros.
Autor Desconocido.
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